jueves, 5 de noviembre de 2020
Montaña. Historia. Realidad. Obviedades y duda.
Historia y obviedades a recordar
Hace años un escalador español, con habilidad disuasoria, recomendó a otro —autor de una historia breve de la escalada, publicada en una revista de montaña—, que dejara «la historia para los historiadores». Ignoro el impacto de esta recomendación entonces, pero posiblemente hoy cayera en el ámbito escalador moderno como un minúsculo grano de arena en el desierto.
Con la acometividad del actual negocio de la información, favorecido por el afán individual de testimoniar, y por la creciente cantidad de eruditos noveles que regalan «sabiduría» en forma de refritos históricos, a través de los medios de comunicación, parece razonable que aumente nuestra tradicional desconfianza sobre la «historia» divulgada.
Si cotejar abundantes testimonios contradictorios publicados provoca esta desconfianza historiográfica, nuestro escepticismo crece al comprobar que alguien o algo divulga nuestros propios hechos desvirtuados por desmemoria, autopropaganda, complacencia u otras razones o intereses. No obstante, olvidamos esta decepcionante experiencia demasiado a menudo, solemos creer sin cuestionar cuanto leemos cuando nos faltan elementos de juicio. Soslayamos, así, que una crónica veraz registra los testimonios de la mayoría que participó en los hechos, sus coincidencias y diferencias. Olvidamos, entonces, la objetividad informativa. Esta objetividad, como sabemos, considera que el relato de una sola fuente relacionada con un acontecimiento de más participantes podría ser parcial o equivocada.
En cualquier caso, como las mentes vehementes nunca perdonan la desmitificación de sus ídolos, tampoco aceptan la corrección pública de incorrecciones en sus testimonios, ni toleran la honestidad de quien al contar la verdad lanza ingenuamente piedras al tejado de su propio ámbito, procede preguntarse: ¿cada montaña merece el registro de su historia montañera verídica, aparte de sus encantadoras leyendas o las de sus fantasmas?
Los hechos de una historia con muchas versiones tienen una realidad única, como la luz que colorea los fugaces momentos del día y sólo puede alterarse a través del color del cristal con que se mire. Reivindicar la realidad histórica requiere la generosidad de gastar tiempo en aclarar las inexactitudes publicadas, el cuándo y el cómo es cuestión de índole y talante. También exige compresión ante posibles respuestas airadas que, probablemente, contrastarán con las del espíritu escalador tradicional que agradece la claridad o la luz en las tinieblas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor procura:
• Aportar correcciones, aclaraciones, corroboraciones, confirmaciones o información de utilidad para la comunidad andinista.
• Evitar la susceptibilidad, la violencia o las palabras groseras.
• Ceñirte a cada tema.