La búsqueda de cimas vírgenes y méritos
Indagar acerca de cimas vírgenes forma parte del estimulante conjunto de aventuras que incluyen los viajes, los ascensos y los descensos. Todo, desde la búsqueda documental hasta el regreso a casa con la cima intentada o alcanzada, constituye un enriquecedor sistema de experiencias que moldea nuestras aptitudes y futuras actitudes.
Si anteponemos a los méritos la satisfacción de poder elegir la vía factible o lógica entre las dificultades, o entre los peligros intuibles que pueda presentar la cara de una montaña nunca escalada, mientras asumimos los riesgos y la incertidumbre de los imponderables, apenas debería decepcionarnos descubrir luego que alguien sintió lo mismo en ese mismo lugar antes que nosotros o que alcanzó la cima que creíamos virgen. Esto puede parecer demasiado idealista e incluso ridículo en una sociedad esclavizada por su noción del éxito, inducida por lo general a valorarlo todo desde el punto de vista económico.
Pareciera que la sociedad actual naufragara todavía más que aquella que nos impulsaba en el siglo XX hacia universos orográficos, en los que buscábamos aventuras, motivados por recuperar valores humanos, destrezas o cualidades perdidas. Aun con este antiguo espíritu idealista, no obstante, al regresar de los altos lugares notábamos, debido al paso del tiempo en el entorno urbano, cuánto nos influenciaba la dinámica social. Nos empujaba con intensidad al notar nuestra escasez de recursos económicos para escalar montañas lejanas. Estas en mi caso me atraían menos por su altura que por su belleza, su inaccesibilidad o por algo ajeno a mi entendimiento. Admitíamos entonces con cierta turbación anímica la conveniencia de presentar nuestros méritos ante quienes, a cambio de las actividades que patrocinaban, exigían rentabilidad tangible o intangible además de exhibición popular.
A causa del mundano requisito de un historial deportivo destacado, que deseado a cualquier precio en este nuevo milenio socava cada día más la honestidad, principal valor del espíritu alpinista desvanecido entre los enjambres de individuos ávidos de reconocimiento social que acuden ahora como autómatas a las montañas, conviene reivindicar antiguos méritos ignorados aclarando «la importante verdad de los sucesos», sin ambages, porque la sabiduría asume que «errar es de humanos» emprendedores.
Continúa en parte II
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