Júbilo y tristeza en la cumbre del Siulá
Dedicado a Horts Wels, que murió a sus 90 años en marzo de 2015.
Hace tiempo, quizá fuera entre 1981 y 1982, leí un artículo de Manfred Sturm, «The Road to Siulá Chico», publicado en The American Alpine Journal 1967, que un amigo tradujo al castellano. Su texto registra uno de los momentos más emotivos de la historia testimoniada del andinismo en la cordillera de Huayhuash.
Las emociones contrapuestas del relato centraron mi atención. Me indujeron a imaginar la aflicción de Sturm, Wels y Buncsack cuando alcanzaron los 6356 metros de la cumbre del Siulá Grande, la mañana del 16 de junio de 1961. Sus alegrías por esta proeza fueron fugaces. Minutos después ninguno de ellos quería creer que los compañeros que les precedían, Jordan, Albretch y Wolf, que continuaron por la arista sur hacia la cima del Siulá Chico, habían caído al vacío al romperse una gran cornisa.
El desasosiego eclipsaría de repente las sensaciones de victoria de aquellos tres alpinistas bávaros que se alzaban sin júbilo, como náufragos con la vista perdida en la infinita nada, con el llanto ahogado, sobre tan ansiada cúspide. Poco les importaba si era la segunda o la tercera vez que una cordada culminaba esta hola inerte. Sobrecogidos al mirar la muesca debida a la moldura de hielo rota, mientras trataban de asimilar su fatal consecuencia, sintieron aversión a las frágiles crestas andinas. Este peligro potencial, también latente durante el retorno al campamento, no les evadiría de sus profundas sensaciones de tristeza.
La valentía para afrontar los riesgos del descenso, después de aquella tragedia, sería insignificante comparada con la que necesitaría Wels, elegido mensajero del dolor, que difícilmente hallaría las palabras adecuadas para comunicar a los familiares la pérdida, jamás asumible, de los seres queridos que necesitaban la inútil conquista de una cumbre.
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